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Juerga-Jarana-Parranda

Comentario para Farra de Virginia Leanza y Ana Gurbanov

Farra, quizás del dialecto arabe fehra, es decir fiesta, nos cautiva a partir de la simple pregunta: ¿y qué con aquellos para los cuales el movimiento esta inhibido?


Al parecer sus directoras encontraron la potencia de su composición no solo en el encuentro de dos coreógrafas con dos actores, sino también en la posibilidad de partir de historias de vida reales o ficticias en donde el derecho al movimiento, al baile se encuentra cercenado por imposiciones culturales y sociales.


En Farra se pone de manifiesto que aquel que no baila, que no se mueve, no puede festejar, porque qué capacidad de disfrute, de gozo, de fusión con “lo otro” es posible si el cuerpo no es el protagonista de la comunión. De alguna manera la obra recupera una noción de danza –occidental- que relaciona al cuerpo, la naturaleza y el rito que fue desnaturalizada a partir de la construcción del código en la Danza.


En este sentido la coreografía revitaliza alguno de los desarrollos actuales de la danza escénica contemporánea poniendo de manifiesto que en cada oportunidad de moverse hay danza, en Farra no asistimos a grandes desplazamientos, ni pasos estilizados, ni movimientos rítmicos acompasados, ni belleza en el sentido clásico. Asistimos a una obra que intenta rescatar el movimiento a través de todos los recursos posibles para esos dos intérpretes, canciones popularmente reconocidas, movimientos típicamente festivos y habilidades innatas (o que al menos no han sido resultantes del proceso creativo) son solo algunas de las operatorias que sus directoras ponen en juego en una obra que aparte de divertir, interpela a aquellos para los que el movimiento es una prohibición pero también a todos aquellos para los cuales bailar es una respuesta reflejo.

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