Miserable divinidad

Comentario para Muerde Inframundo de Rhea Volij para el GEAM.

Asistimos a una función de Muerde Inframundo producto de la buena y continua vinculación de la coreógrafa Rhea Volij y el Grupo de Experimentación en Artes del Movimiento del Departamento de Artes del Movimiento de la UNA (la coreógrafa ha montado desde 2012 piezas para el GEAM comenzando por “Cosmos Res”, “Verbo”, “Cosmos Res II”).

En esta oportunidad la coreógrafa nos plantea la desacralización de alguno de los mitos folclóricos universales y no por casualidad parte de deidades femeninas para preguntarse qué harían de su existencia si fueran parte de nuestra realidad… Qué comportamientos desarrollarían viviendo bajo una lógica donde el capital es el supremo Dios, donde el individuo es el mayor valor a ser exaltado y donde la insatisfacción es moneda corriente promovida por el marketing, los medios masivos de comunicación, etc.

Nos enfrentamos a un grupo de 12 bailarines que entrenados en la disciplina de la Expresión Corporal se disponen a atravesar una experiencia de transformación (como nos tienen acostumbrados la Danza Butoh y en particular Rhea Volij) resolviendo de diversos modos las problemáticas que presenta de por sí hacer Butoh siendo occidental.

De todos los elementos de la puesta cabe destacar la caracterización desde el vestuario, pasando por el maquillaje, el peinado y los detalles que aportan sentido a la falta de recursos a los que se debieron ajustar estas diosas condenadas a una vida mortal. El vestuario en particular destaca por dos factores que se relacionan, en primer lugar está construido de elementos sumamente precarios como bolsas arpilleras o de cebollas al mismo tiempo que su confección es sumamente prolija y bella; en algún punto sintetiza cierta expresión de la obra también.

Los intérpretes aunque homogeneizados en caracterización tienen varias oportunidades para hacer presente su propia versión de los hechos, entre ellos y también por tener más experiencia con la coreógrafa hay unos que pueden profundizar más allá del estilo propio del lenguaje de movimiento estos son Calíope Arghiri, Sarah Gerodez y Ernesto Greco el cual merece una mención especial debido a que compone un estado corporal continuo que no es interrumpido por ningún tipo de inconveniente que implique la coreografía en sí.

Finalmente cabe mencionar que la coreografía, pero por sobre todas las cosas los momentos donde esta se vuelve el fin y no el medio para que suceda “algo más” contribuyen a que tanto espectador como intérpretes vivenciemos irrupciones respecto de la experiencia cinética que estamos construyendo los participantes del hecho teatral.