top of page

We're here. We're queer. Get used to it.

Comentario para PUTO de Ezequiel Barrios.

Hecho artístico, acto político y catarsis son las palabras elegidas para dar cuenta de PUTO sin embargo la obra expresa una multiplicidad de aristas que este comentario no intentará capturar sino que elegimos sintetizar las más potentes.


En primer lugar nos encontramos frente al concepto PUTO, este es citado a lo largo de la obra con la intención pareciera de vaciarlo de sentido, para llenarlo de experiencia, para empoderarlo y ser utilizado como un arma en contra del acoso callejero y el sistema heteronormativo imperante en la sociedad; el uso que se hace del concepto se asemeja a las experiencias de cánticos de la comunidad LGBT de los años ’80 y ‘90. La utilización que el director/intérprete hace de lo PUTO (al repetirlo, al nombrarlo, al mostrarlo o al sugerirlo) nos permite trazar un paralelismo con lo que la comunidad negra hace con lo negro, la poesía negra, la música negra, etc y pensar entonces si existe un arte puto, si existen artistas putos (como sí existen artistas queer o filosofía queer) y afirmando todo esto nos permite interrogarnos ¿qué voces están capacitadas a discutir el tema de lo puto en el arte, la danza, la política y la cultura? Aquí se haya parte de la discusión entre el colonialismo y el post-colonialismo.


Por otra parte en el análisis de la corporalidad puesta en escena cabe destacar el valor del cuerpo contra hegemónico del performer. ¿Pero contra hegemónico respecto de qué? En principio respecto de las corporalidades homosexuales que nos son vendidas por el marketing, la pornografía y los medios masivos de comunicación, el cuerpo del performer es una espesura que posee un pasado, está en el presente y deviene futuro a medida que avanza la obra, que está vivo en tanto y cuanto está marcado (y no nos referimos al “six pack”). Y es también un cuerpo contra hegemónico respecto del cuerpo que baila, que danza en la escena contemporánea. Acordando que el primer y último lugar de la performance es el cuerpo, el bailarín también tiene rapado y teñido un pequeño triángulo rosa (símbolo con el que los nazis identificaban a los putos en los campos de concentración) en un lateral de su cabeza.


PUTO es una obra que entabla un diálogo entre lo personal y lo universal, pasando por lo colectivo y que se pone en comunión con su público en tanto y cuanto menos artificio opera en la escena y más oportunidad de intimidad tenemos respecto de la obra. Cabe destacar el último monólogo en el que se señala las peripecias a las que se enfrenta un PUTO por mentir, ocultar, manipular…


Finalmente un elemento a tener en cuenta en la puesta de la obra es que la descomunal profundidad de la sala teatral donde se presenta no aporta a generar un vínculo más directo y no mediado por una distancia de diez metros. Esta circunstancia debilita el lazo entablado con el público y perjudica la empatía cinética que la pieza por otros momentos francamente genera.

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
bottom of page